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lunes, 22 de enero de 2018

Hoy quiero confesarte

Quizás te pueda parecer una tontería, que alguien no sea consciente de su propia vida.
pero hoy quiero confesarte que estoy viva, que respiro y siento.
Que puedo ver los rayos del sol y sentir la brisa sobre mi piel y eso me parece mágico.
Quiero confesarte que soy como una niña pequeña que acaba de descubrir la vida y lo hermoso que es vivir y sentir.
Que la fragancia de las rosas, del campo lleno de margaritas y las amapolas y ese pequeño pajarito que se mece sobre la rama del árbol y luego levanta el vuelo entre las nubes me extasian el corazón.
Hoy quiero confesarte a ti y al mundo entero que doy gracias a Dios por todo lo vivido. Por lo dulce y por lo amargo. 
También quiero confesar que no necesito más de lo que tengo para ser la persona más afortunada del mundo. Tengo la mejor fortuna, el cariño de verdad, el que sale de lo más profundo del alma y del corazón.
Quiero confesar y gritar con un grito inmenso que llegue hasta el infinito, que  al fin conseguí atrapar a ese pez escurridizo llamado felicidad. 
También quiero expresarte mi certeza en la existencia de Dios y que siempre estuvo a mi lado sosteniéndome en los peores momentos de la vida. Cuando el abismos se abría bajo mis pies y el suelo resbaladizo me conducía hacía lo más profundo. 
Quiero que sepas que vivo en el abrazo, el cariño, la compresión y el respeto de mi niña interior y de la mujer que soy. Las forman una sola. 
Quiero confesar y gritar mi alegría y gozo por todo lo vivido, con la boca y el corazón. con el alma llena de amor y agradecimiento hacia Dios, la vida, hacia mi misma y hacia todo cuanto me rodea. 
Hoy expreso y confieso mi infinito agradecimiento por cada tramo del camino que me ha tocado vivir. Gracias por las rosas y también por las espinas y por todo aquello que me hizo madurar y crecer como ser humano. 
También tienes la confesión de mi tristeza, por haber tardado tanto en darme cuenta de mi existencia en este mundo y del regalo de la vida. Por haber perdido el tiempo tantas veces entre lágrimas y lamentaciones, con la mirada puesta en el pasado, sin querer dejar fluir el cauce de la vida. Gracias Dios mio por que al fin calló la venda de mis ojos y vi la realidad de mi existencia en esta vida.
Confieso mi agradecimiento a ese Dios infinito que siempre estuvo a mi lado, a la vida y cada una de las personas que pasaron por mi camino. Todos ellos le han hecho el regalo más valioso, el de la enseñanza a esta aprendiz de la vida, que vino a este mundo como una cuartilla en blanco, con los ojos cerrados y un pequeño corazón en el pecho, esperando la caligrafía que la 
vida le tenía reservada.

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