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jueves, 21 de enero de 2016

Brumas capitulo IX


Querido diario:
Hace horas que marchó Denis y todavía no ha regresado. No quiero pensar que le haya ocurrido algo grave. Es la única persona que ha mostrado interés en ayudarme. Si le ocurriera algo me quedaría demasiado sola.
El miedo cala mis huesos y me estruja el corazón,  apoderándose de mi cuerpo y de mi alma. Temo que llegue la noche y Denis siga sin aparecer.
De pronto la vieja puerta de madera se abre con un lastimero crujido. Tras ella aparece el muchacho. Se ha cambiado de ropa. Calza unas botas altas de montar y un gorro de lana le cubre parte de la cara. El jersey color turquesa marca su robusto y atlético cuerpo. 
Me mira con la impaciencia reflejada en sus profundos ojos azules:
-Te he traído ropa y algo de comida. Debemos abandonar el pueblo lo antes posible.
-¿Qué ha pasado?. Le pregunto con voz temblorosa. 
El me contempla mientras coloca la montura sobre uno de los caballos:
-El conde te está buscando por todo el pueblo. No tardará en encontrar este lugar.
Nerviosa tomo la bolsa con la ropa que Denis me ofrece y me dispongo a cambiar mi vestimenta. Antes lo miro algo desconcertada. El comprende mi mirada y se vuelve de espaldas, mientras añade en un ligero tono de ironía:
-No te preocupes no voy a mirar. Puedes cambiarte aquí mismo. Date prisa. No tenemos mucho tiempo.
Me pongo el jersey, los pantalones y  una chaqueta de cuello alto. Después recojo mi melena con un accesorio que llevo en el bolso y me coloco el gorro de lana que está en el fondo de la bolsa.
Denis ha preparado uno de los caballos con todo lo necesario. Se dirige a él. Lo toma de las bridas y me pregunta:
-¿Sabes montar?
-¡No!. Jamás he montado.
El esboza una sonrisa:
-Me lo temía. No te preocupes iremos en el mismo caballo. No te pasará nada.
La tarde empieza a caer. El sol parece una gran bola de fuego deslizándose tras las altas colinas.
El  me toma de la cintura y me ayuda a subir. Después se sienta sobre la montura y me dice:
- Agárrate fuerte a mi y pase lo que pase no te sueltes jamás.
-Sí- contesto cada vez más consciente de la terrible realidad que se nos viene encima.
El caballo parte al galope. Nos adentramos en el bosque que bordea el pueblo. El sol se oculta tras las colinas. La luna hace su aparición redonda y luminosa, sobre nuestras cabezas.
Denis acelera el trote del animal hasta llegar cerca de un pequeño riachuelo. Se detiene y me ayuda a bajar. Saca de una bolsa un frasco. Me rocía con él las manos y el cuerpo. 
-¿Qué es?- le pregunto.
-Es para que no puedan percibir nuestro rastro- Contesta,  vaciando parte del frasco sobre sus ropas y cabellos.
Es una fragancia extraña y empalagosa, desconocida para mi. Luego me entrega un viejo colgante, diciéndome:
-No Adelaida, no es una cruz. Ellos no temen a las cruces ni al agua bendita. La realidad es muy diferente a lo que cuentan de los vampiros. Ellos sólo temen a algo que no esta escrito en ningún libro. Este colgante lo hizo mi abuelo con un metal que existe donde él nació. Mi abuelo me contó la leyenda de ese lugar. Hace mucho tiempo, antes de que él naciera, unos seres extraños que venían de otro mundo, habitaron allí. Se dedicaban a extraerlo para alimentarse de él. De esos seres no se supo nunca más. Mi abuelo conocía la historia. Sus antepasados la transmitieron de generación en generación. Decían que el  metal protege de la maldad a quien lo lleva encima. Así que hizo varios colgantes para proteger a la familia.
Pero no es momento de hablar de leyendas. Debemos continuar.
En ese preciso instante algo oscuro y pesado vuela sobre la copa del árbol donde esta atado el caballo. No pudo reprimir un grito de terror.
-¡Ponte el talismán Adelaida!
¡Ya están aquí los malditos engendros!- Grita Denis con todas sus fuerzas.
Allí esta ella con su cabellera rubia y la piel de hielo. La hija del conde. Lo afilados colmillos brillan bajo la luz de la luna, mientras su voz cavernosa me llama:
-Ven a mi Katia, te necesito hermanita. 
¿Por qué quieres huir?. 
¿No te ha tratado bien nuestro padre, durante todos estos años?.
Con los ojos inyectados en sangre y voz colérica se dirigie a Denis:
-¡Maldito niñato entrometido!. 
¿Dónde crees que te la llevas?. 
¿Pretendes separar a la familia?.




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