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martes, 30 de julio de 2013

La mirada inocente

Lobo y cordero (I.M.S.T.)
Un día mientras paseaba por el campo, me encontré con una preciosa cría de cordero. Me llamó la atención la expresión tierna de sus ojos. Mientras le hablaba no dejaba de mirarme. Parecía entender todo cuanto le decía. 
Era la estampa de la inocencia pastando tranquilamente, ajeno a los lobos que pudieran existir. Siempre he tenido la extraña manía de ver en los animales a los diferentes tipos de personas. Existen corderos y lobos humanos. Es posible que todos nosotros en algún momento de nuestra vida nos hayamos topado con alguno de ellos. 
Después de contemplarlo detenidamente, no pude evitar formularme una pregunta:
-¿Quién o qué hizo al cordero cordero y al lobo lobo?
Con todo lo que conlleva ser lo uno o lo otro.


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domingo, 28 de julio de 2013

Sueño o realidad. Curvas y rectas de la vida


La noche había sido demasiado larga. Aún perduraba parte de la oscuridad. Intento coger el vaso de agua que todas las noches dejaba sobre la mesita de noche. Pero la mano traspaso el vidrio policromo, liviana y volátil como el humo. -¿Qué me ocurre?- Se preguntó asustada. El terror fue en aumento a medida que transcurría el tiempo y contemplaba a la gente caminando por las calles sin que nadie pudiera verle ni oír su voz. De repente pudo comprender el porque de aquella extraña situación: Había muerto mientras dormía. Ni siquiera había sido consciente si continuaba soñando o simplemente estaba muerta. Voló entre los edificios de cemento y hormigón. Traspasó las ventanas de muchos de ellos y pudo escuchar el sonido de diferentes voces que se mezclaban con el el viento y con su alma. Ahora estaba de nuevo en la que había sido su casa. Los miramelindos dibujaban sombras, entre las baldosas rojas del patio de la entrada. Había un extraña fragancia en el ambiente a cirios mezclada con lirios frescos. Recordó la canción que cantaba hacía mucho tiempo, en el corro, mientras jugaba con algunas niñas de la calle:

Si muero de noche
cuando mi alma sueña
señora fría de la guadaña.
«"""""""""""""""""""""»
Que Dios me busque,
 que Dios me lleve,
al cielo dulce,
 al cielo azul,
de bellas rosas,
 donde los ángeles
juegan con mariposas
 y visten de luna y tul»

Ahora estaba muerta. se podía contemplar así misma en aquel ataúd de madera barnizada, con aroma a cera y lirios recién cortados. Allí en el comedor de su propia casa, velada por personas que vestían estrictamente de gris y negro. Recordó a su extraña amiga que siempre le decía:
 -La vida está hecha de tramos rectos y curvas. Todos acabamos encontrando tarde o temprano una de ellas.
 Siempre se había reído de esas cosas. En realidad se había reído de todo aquello que jamás debió tomar a la ligera. Del dolor ajeno. Mientras otros lloraban, ella reía. En el fondo se alegraba de que el marrón le tocara a otros y no a ella. Se burlo muchas veces de las lágrimas. No sólo eso. Instigo con sus comentarios y burlas a que otros también lo hicieran. Ahora no sentía deseos de reír. Ni siquiera podía llorar. Allí al lado del féretro estaba su misteriosa amiga. Llevaba una rosa roja entre las manos. Las lágrimas caían mansamente por sus mejillas mientras repetía en un susurro apenas perceptible:
-Te lo dije tantas veces y nunca quisiste escuchar. La vida está llena de curvas y todos encontramos la nuestra tarde o temprano. «Que Dios tenga piedad de tu alma»
Al oír esas palabras  contempló su propio rostro blanco como la cera entre los lirios y algo la arrastro lejos de aquel lugar, donde sólo había oscuridad.
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miércoles, 17 de julio de 2013

Los demonios del pantano (Cuento fantasía)

Elisenda
En una lejana y remota aldea vivía una niña muy hermosa a la que al nacer le pusieron de nombre «Lirio blanco» por su delicada piel nívea y sus bellos ojos color miel. La pureza e inocencia, matizaban las pupilas de la niña de suave terciopelo, hechizando a todos cuantos la contemplaban. Lis era feliz corriendo y jugando por aquellos parajes. Lo que más le gustaba era hacer ramitos de lirios blancos y violetas. También le fascinaban las mariposas. Cada vez que las contemplaba, pensaba que le gustaría tener alas para volar por el cielo azul, entre las nubes. Un día en que lis como de costumbre jugaba al lado de un frondoso arroyo, con la tierra y piedrecitas que se acumulaban en los bordes, escuchó una voz que la llamaba:
- Acércate niña. Tengo algo que decirte. Al principio la pequeña se asusto mucho. Su primera intención fue salir corriendo, pero pudo más la curiosidad que el miedo y sus pequeños pies acudieron a la misteriosa llamada procedente de entre unas matas de adelfa. La niña al dar la vuelta a los matorrales se encontró frente a una bella dama. Quedó extasiada ante tan hermosa visión: Los pies eran casi traslucidos. Lucía un hermoso manto azul con extraños dibujos en oro. La cabellera totalmente blanca rozaba la hierba del suelo. En la mano sostenía una especie de pluma, hecha de algo que lis conocía demasiado bien, algo que crecía en abundancia en aquellos parajes «Palmeras». La niña sin poder contener la perplejidad y admiración preguntó:
-¿Quién es usted bella señora?.
 La dama de piel casi traslucida le contestó tiernamente: 
-Soy tu bisabuela. Al morir mi alma vago durante mucho tiempo, sin saber el porque no me llegaba el descanso eterno. Hasta que perdí toda mi apariencia humana y me transforme en un «Hans»
 -¿Un Hans?- pregunto Lis con los ojos muy abiertos -¿Y que es un Hans»
 -Un Hans es un ángel de luz que no ha podido cruzar el río que separa la vida de la muerte por tener algo pendiente que resolver en este mundo.
 Lis ahora la miraba con expresión triste: 
 -¿Puedo hacer algo para ayudarle?
 -Sí hermosa pequeña. Tu nacimiento no fue casual. Tu espíritu simboliza la inocencia y la pureza. El día en que fuiste concebida me anunciaron que pronto podría cruzar al otro lado cuando tu cumplieras tu cometido. 
-¿Ves esta pluma que llevo en mi mano? Esta hecha con las ramas más hermosas y tiernas de las palmeras que crecen en el corazón del lugar de donde provengo, yo misma la trence bajo las estrellas y la luz de la luna. Sus propiedades son maravillosas pueden borrar cualquier cosa que uno quiera borrar.
 La niñas escuchaba ensimismada a la hermosa señora. Esta prosiguió hablando:
 -Hace muchos años yo también fui una niña al igual que tú lo eres ahora. Era tan hermosa que no pasaba por un lugar sin que todos volvieran la mirada para contemplarme. Era tan pura y llena de inocencia como los lirios que tu recoges cada día y tan libre como las mariposas que tanto te gusta contemplar. 
 -¿Y que ocurrió?- Pregunto Lis sin poder reprimir la curiosidad. -Veras pequeña, en todo lugar en que nace la inocencia y la pureza también nace la maldad. Es una especie de balanza que mantiene el equilibrio. Donde hay ángeles también habitan los demonios, no lo olvides jamás. 
La hermosa señora continúo hablando:
-Como te decía, yo era muy parecida a ti. También jugaba en este arroyo donde ahora juegas tú. Una mañana en que me encontraba justamente al lado de esa piedra grande, contemplando una libélula que se había parado sobre ella, apareció la maldad. Venía disfrazada para no ser reconocida, tenía cara de niño como yo. Pero era un demonio que habían mandado para poder atrapar mi alma. Me invitó a jugar con él. Me dijo que me ensañaría un paraje donde habitaban las hadas más hermosas que pudiera imaginar. Le di la mano y me condujo entre la arboleda y la maraña hasta llegar a un sombrío pantano. Entonces le pregunté: 
- ¿Dónde están las hadas?- Pero él no contesto. Se limitó a mirarme fijamente mientras sus ojos se tornaban de fuego y una mueca demoniaca aparecía en sus labios. Se transformó en una especie de engendro horrible y oscuro como la pez. Me asusté mucho y empecé a llorar, pero sabia que no podía escapar. El demonio ató una cadena a mi cuello muy pesada. Luego aparecieron dos engendros más, uno cargo sobre mis espaldas tantas toneladas de dolor que toda mi alma se transormó en una dolorosa llaga. El tercero intentó quitarme los sentimientos para que fuera fría y perversa como lo eran ellos, pero lo único que logro fue aletargarlos. Mi alma no perdió la pureza. Sólo quedó congelada, dormida, para no sentir tanto tormento.
 Lis estaba con la boca abierta, escuchando la historia que relataba su bisabuela y no pudo reprimir un grito de indignación:
 -¡Eran malos, muy malos!!
 -Sí mi dulce niña, eran malos como lo son todos los demonios. Me quedé allí sola, mientras ellos desaparecían entre la maleza. Estuve mucho rato sin apenas moverme, casi sin respirar, hasta que me quedé dormida. En mi sueño apareció una señora muy hermosa parecida a la que estás viendo ahora. Era un «Hans» la cual había pasado por lo mismo que me tocó pasar a mi. Ella me ungió con el bálsamo de la vida, para que no muriera y algún día pudiera tener una biznieta como tú, que acabara con la maldición del pantano.
 Tras estas palabras la hermosa dama entrego a Lis la pluma mágica diciéndole:
 -Ha llegado el momento. Ellos intentaran llevarse tu alma como pretendieron hacer conmigo. Cuando aparezcan acompáñalos hasta donde te lleven. Cuando cuando llegues a ese lugar toma esta pluma que te entrego y escribe sobre su frente la palabra «MALDITO». Así ya no podrán hacer daño nunca más.
 La niña tomó la pluma que la hermosa señora le entregó y la guardó en uno de sus bolsillos, después regresó a casa con el firme propósito de llevar a cabo la petición. Al día siguiente volvió al fresco y rumoroso arroyo donde siempre jugaba. Al cabo de un tiempo escuchó una voz infantil a su espalda:
 -Que bonito lugar- ¿siempre vienes a jugar aquí?
 Lis se volvió despacio y contempló al niño que tenía frente así. Sus cabellos eran pelirrojos e infinidad de pecas poblaban ambas mejillas.
 -Sí, me gusta este sitio- dijo con voz tranquila y reposada. -
Yo conozco uno maravilloso donde hay infinidad de hadas de todos los colores y formas. Si quieres te puedo llevar allí para que las veas.
 La niña lo miró sin dejar entrever lo que estaba pensando y fingió una gran emoción:
 -¡Ohhh si, por favor me encantará!.  El pequeño demonio ignorando la intención de Lis la condujo a través de la maleza hasta llegar al pantano. Entonces la niña lo miró con incredulidad y preguntó:
 -¿Dónde están las hadas?
 Una risotada demoníaca salió de la boca de aquel ser mientras las pupilas se le encendían. Al momento aparecieron los otros dos engendros. La niña no perdió ni un solo momento, sacó la pluma de su bolsillo y rápidamente escribió sobre la frente del primero la palabra: «MALDITO».
Al momento el demonio fue arrastro por una fuerza invisible hacia el cieno del pantano, hasta hundirse totalmente en él. Lis lo miro con asco y satisfacción mientras recordaba las palabras de su bisabuela.
Los otros dos engendros intentaron escapar, pero tenían los pies firmemente atrapados por las raíces de dos enormes arboles, que se había retorcido a modo de cadenas.
La niña con paso firme y tranquilo caminó hacia uno de ellos y rubricó sobre su frente: -«MALDITO"·
Al momento fue liberando por las raíces de los arboles e impulsado hacia el cieno, despareciendo también bajo la superficie de las oscuras aguas.
 El tercero viendo la suerte que le esperaba intentó suplicar y fingir arrepentimiento:
 -Perdóname no soy malo, solo cumplía con mi misión.
 Lis lo miro con desprecio y contestó con voz enérgica, más de una adulta que de una niña de su edad:
 -Yo también cumplo con la mía.
 Tras estas palabras garabateó sobre la frente del tercero: «Maldito».
 De inmediato éste fue arrastrado al mismo lugar donde lo fueran los dos primeros. La niña tras alisar su vestido y sacudir el polvo que le había caído en el cabello, regresó a su casa feliz, por haber cumplido su misión. Ahora la bisabuela podría cruzar el río que separa la vida de la muerte y 
descansar en paz. ---FIN--- 
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lunes, 8 de julio de 2013

Lola: "La hija de los labriegos"

Gráficos con escarcha

Ella está sentada al borde del camino. Los negros y profundos ojos, entre rizadas pestañas, aletean como hermosas mariposas. La cabellera de azabache desprende un brillo azulado bajo el tórrido sol.
Lola la más hermosa joven del lugar. Hija de los labriegos que cultivan los campos de Don Marcelo. Un ricachón acostumbrado a satisfacer todos sus caprichos. Cada día al salir el sol pasea con su caballo de fina estampa. Recorre a galope sus propiedades, para asegurarse de que siguen en el mismo lugar.
Hoy Lola espera la llegada del viejo autobús, que pasa de tarde en tarde por aquellos olvidados parajes. Antes de salir su madre le ha rogado que a la vuelta le traiga un perfume de violetas. Hace tanto que la buena señora no visita la ciudad, que hasta ha olvidado la fragancia que desprenden las remilgadas damas embutidas en lujosos y caros vestidos.
Pero ella sólo  necesita un perfume de violetas para ser feliz entre la aspereza de la tierra.
No importa el día que señala el calendario, para Lola hoy es fiesta. Se ha peinado con esmero la larga y rizada cabellera de seda negra y espera con paciencia la llegada del transporte que la llevará a tan ansiado destino. Su corazón se agita dentro del pecho que sube y baja entre los lunares blancos y el grana del vestido. El cuerpo de Lola bajo los olivos, esbelto como una espiga de trigo, con las curvas exactas, parece haber sido escupido por los dioses.
Se oye un galope a los lejos. El calor cada vez se hace más sofocante. Detrás de una tupida encina aparece Don Marcelo. Tiene un brillo extraño en los ojos. Se acerca lentamente como si quisiera pintar en las retinas la visión de la muchacha. Los cascos del caballo levantan espesas polvoreadas que lo envuelve todo en un halo de  irrealidad.
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